San Atilano, patrón de Tarazona: el milagro del pez

Para poder distinguir en una obra a los personajes religiosos, de los que nunca hemos conocido su cara ni tenemos una descripción fehaciente, los pintores y escultores los han representado a lo largo de los siglos con un objeto o un rasgo característico. Este elemento hace alusión al momento más importante o destacado de la vida del personaje. Y así, a través de su historia, podemos saber de quién se trata. Entonces, ¿cómo se representa a San Atilano? Al patrón de Tarazona siempre se le pinta o esculpe con un pez, el pez de San Atilano. Este relato se dice que es la narración de un milagro.

San Atilano, patrón de Tarazona. Fundación Tarazona Monumental
Escultura de San Atilano, patrón de Tarazona.

San Atilano nació en Tarazona, en el barrio de El Cinto, concretamente en el lugar donde ahora se ubica la iglesia erigida en su honor. Procedía de una familia noble cristiana, pero vivía dentro de una ciudad de dominio islámico. Así que tuvo que marcharse fuera de Tarazona para poder comenzar su vida religiosa. Lo hizo en un monasterio benedictino de la localidad vecina de Los Fayos, cuando solamente contaba con quince años. Transcurrido un tiempo, marchó a tierras leonesas, donde fue ordenado sacerdote y conoció al que sería su gran amigo (San) Froilán, con el que fundó varias ermitas y conventos. Por ello, y por la gran labor de peregrinación cristiana que ambos realizaron, Froilán fue nombrado Obispo de León y Atilano, de Zamora. Esto sucedió el 30 de mayo del año 990.

Una década más tarde sufrió una crisis personal que le hizo no sentirse digno del cargo religioso que ostentaba. Entonces San Atilano decidió marcharse de la ciudad para peregrinar por Tierra Santa. Se despojó de todos sus bienes, repartiéndolos entre los necesitados. Antes de salir de Zamora, lanzó su anillo pastoral al río Duero, pensando que si algún día volvía a encontrarlo, sería la señal de que Dios le había perdonado de todos sus pecados y quería devolverle su condición de Obispo.

Tras dos años de evangelización, en los que pasó por ciudades como Roma o Jerusalén, decidió volver a Zamora. A las puertas de la ciudad fue acogido en una ermita. Ese mismo día, a la hora de cenar, a San Atilano se le encomendó la tarea de limpiar el pescado que se iba a cocinar para los ermitaños. Cuando lo abrió, encontró en sus entrañas el anillo pastoral que años antes había arrojado al Duero. Con gran asombro, decidió volver a colocárselo en su mano. De repente, todas las campanas de la ciudad comenzaron a repicar, sin que nadie las tocase, y sus ropajes harapientos de peregrino se transformaron en vestimentas episcopales. Esta fue la señal divina para que nuestro patrón volviera a desempeñar el cargo de Obispo de Zamora. Y así comenzó el segundo periodo de su episcopado, que acabó el día de su fallecimiento, el 5 de octubre del año 1009.

Hoy en día, en las visitas “Tarazona en familia” de la Fundación Tarazona Monumental, los niños pueden revivir este milagro de San Atilano y, como si se tratase de un cuento, meterse en la piel y en las vestimentas episcopales del patrón de nuestra ciudad, mientras les narran esta mágica historia.

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