¿Por qué es especial el coro de la Catedral de Tarazona? Porque su ubicación lo hace único con respecto a las catedrales de Europa. Inicialmente, el espacio coral se situó en el lugar exacto que regía la arquitectura catedralicia, pero tras la última intervención en el orfeón que tuvo lugar en el siglo XVIII, dejó de ser así. El coro no fue movido, pero sí los muros del templo que hicieron que cambiara su situación dentro de la nave principal.
¿Por qué se colocaron en ese lugar sus 80 asientos de roble? Por su funcionalidad: el coro era el lugar donde los clérigos realizaban sus liturgias, por lo que era considerado, junto con la cátedra, el lugar más importante del templo. Pero así como el asiento episcopal no tenía repercusión alguna en la arquitectura, el coro era una cuestión primordial. Por eso, durante los trabajos de la última restauración, gracias a la que conocemos esta Catedral como se puede visitar hoy en día, sus responsables decidieron mantener tan noble sillería en su lugar original. Y, sin duda, es uno de los espacios que más sorprenden a sus visitantes: impone observar el doble graderío (con 45 asientos en la parte baja y 35 en la alta), que crea una sensación envolvente y magistral a quien se acerca a conocerlo.
Su estilo se ha ido modificando con el paso de los años, en paralelo a los diferentes estilos artísticos que ha ido experimentando la Catedral de Santa María de la Huerta en sus múltiples intervenciones.
De su creación, en el siglo XV, conserva su inusual decoración: tracerías góticas en los respaldos de la sillería alta y ningún motivo ornamental en la parte baja, y temas figurativos (soles y lunas), geométricos y vegetales en los apoyamanos. Este conjunto de sillones capitulares fue realizado por Antón II Sariñena y Salvador Sariñena, y tiene tanta similitud con la sillería del coro de la Colegiata de Borja que se piensa en una misma autoría.
Entonces todavía no contaba con el “rexado” (enrejado) de la parte delantera que conocemos hoy en día: es de 1696, cuando el obispo Bernardo Mateo Sánchez del Castellar ordenó eliminar la reja que cerraba la capilla mayor y mandó aprovechar todo este hierro para el cerramiento del espacio coral. Con él se realiaron unos barrotes ornamentados con sencillos nudos de latón dorado y relieves de frutos colgantes en el mismo color, que se dispusieron sobre un basamento de alabastro procedente de las canteras de la vecina localidad navarra de Ablitas, a unos 13 kilómetros de Tarazona. Lo que más llama actualmente la atención de este conjunto es la ornamentación superior y lateral, propia del barroco decorativo de la época.
Casi dos décadas después, entre 1714 y 1715, el obispo Blas Serrate decidió cerrar el espacio coral por los laterales y los pies del templo, encuadrando la sillería gótica dentro de una construcción realizada en yeso a modo de retablo, tal y como lo conocemos actualmente. El trascoro, obra del escultor Juan Ramírez, se compone de dos pisos. En el inferior, un conjunto escultórico central representa el calvario de Cristo entre la Virgen María y San Juan Evangelista, y sitúa a los lados dos estatuas de estuco: Santo Tomás de Villanueva y, probablemente, San Atilano. Al patrón de Tarazona no se le puede definir con total seguridad debido a la pérdida de la mano derecha, en la que se cree que portaba su característico pez. En el piso superior, distribuidos en tres hornacinas, se encuentran Santa Quiteria, San Juan Evangelista y el Beato Pedro de Arbués. Finalmente, coronando el trascoro encima de los dos niveles, se dispone el blasón del prelado.
Pero ésta no fue la última intervención que tuvo lugar en el espacio coral: a finales del siglo XVIII se colocó un nuevo órgano y se realizó la ampliación en los pies del templo que hizo que la ubicación del coro de la Catedral de Tarazona dentro de la nave principal, fuera diferente a la del resto de catedrales europeas. Estas circunstancias fueron aprovechadas por el obispo de la época, José Laplana, para acometer una nueva redecoración en el trascoro. Una vez más, el yeso fue el protagonista esencial: en este material se ubicaron varias pilastras de fustes lisos y capiteles pseudojónicos con guirnaldas doradas y un templete neoclásico rematado en un frontón triangular y sostenido por columnas de orden corintio. La nueva ornamentación se completó con dos pequeñas capillas en los laterales: presididas ambas por un lienzo de Diego Gutiérrez, en ellas se representan a San Antonio Abad y a San Raimundo Serra.
Así, el coro de la Catedral de Tarazona que hoy puede ver el visitante es una espectacular creación que ocupaba casi un tercio del templo y cuya belleza artística no pasa desapercibida.
