«El reto es encontrar un equilibrio entre un disfrute social del patrimonio y su adecuada conservación» Antonio Almagro Gorbea

Entrevista a Antonio Almagro Gorbea, Premio Nacional de Cultura en la categoría de Restauración y Conversación de Bienes Culturales 2016. La vinculación del arquitecto, investigador y profesor, D. Antonio Almagro Gorbea con Tarazona se remonta al año 1979 cuando realizó una intervención de urgencia en la seo turiasonense. Era el inicio de una fructífera carrera que le ha llevado a obtener el 13 de septiembre de 2017, el Premio Nacional de Restauración y Conservación por su intensa labor científica y divulgativa, así como por el carácter pionero de su obra. En esta entrevista, echa la mirada atrás y reivindica la necesidad de proteger y conservar el Patrimonio Cultural.

F.T.M: Hace ya 38 años de su intervención de urgencia en la Catedral de Sta. Mª de la Huerta de Tarazona, que entre 1979 y 1981 presentaba importantes deformaciones que amenazaban con su ruina. Esta intervención tuvo que hacerla casi al comienzo de su carrera, como arquitecto de la zona de Aragón en la Dirección General de Bellas Artes. ¿Cómo recuerda la Catedral?
A.A.G: Recuerdo que llegó a la Dirección General de Bellas Artes un escrito, creo que fue del propio Cabildo, informando de la aparición de fisuras en los pilares del cimborrio y del hundimiento del tejado del pórtico de la puerta norte del crucero. Como arquitecto responsable de la zona de Aragón, recibí la orden de girar visita a la catedral e informar sobre ello. Recuerdo que la catedral me impresionó. Conocía los otros dos cimborrios mudéjares aragoneses, el de la Seo de Zaragoza y el de Teruel. Este tercero no desmerecía de sus hermanos. El aspecto de la catedral era bastante similar al que presentaban tantos monumentos en aquellos años. Pese a las obras llevadas a cabo por D. Manuel Lorente y D. Fernando Chueca en el cimborrio, la torre, el claustro y los ventanales de la nave central, el templo tenía un aspecto un tanto lúgubre, con problemas generalizados de humedades provenientes del subsuelo sobre todo en la cabecera y goteras en los tejados que aún no habían sido intervenidos. Estas habían provocado el hundimiento del tejado del pórtico norte cuyos escombros se amontonaban sobre la bóveda amenazando con hundirla. Los pilares torales efectivamente presentaban fisuras verticales en su parte inferior que afectaban sobre todo a la unión de los nervios con el núcleo del pilar. F.T.M: Del informe geotécnico dirigido por Ud. se concluyó la posible ruina en breve plazo de tiempo. ¿Cómo se enfrentó a esa noticia?

A.A.G: Al regresar a Madrid, con los planos que había en la Inspección de Monumentos hice unos cálculos aproximados del peso del cimborrio y de las cargas que debían estar soportando los pilares. También recabé información de quienes habían intervenido anteriormente en la catedral sobre la calidad de la piedra y de la fábrica de sus muros. Con esos datos llegué a la conclusión de que, por la magnitud de las cargas que soportaban los pilares, estos se encontraban en una situación bastante límite, cosa que las fisuras venían a confirmar, provocadas sin duda por las mayores tensiones que se producían en las zonas externas a causa de la excentricidad de las cargas. 

F.T.M: Posteriormente se encargó a una empresa consultora la realización de sondeos en el interior de los pilares y la realización de un estudio más detallado de la situación de la estructura, que vino a confirmar mi análisis inicial. ¿Cómo recuerda la intervención?
A.A.G: A la vista de mi primer informe se habilitó un presupuesto de emergencia de menor cuantía, pero de tramitación muy rápida pues no requería de proyecto sino de una simple memoria justificativa. Con él procedimos a zunchar los pilares, es decir, a encorsetarlos mediante una sencilla estructura de tablones, perfiles metálicos y tirantes. Con este simple procedimiento se aumenta notablemente la resistencia de un elemento de fábrica al impedir que se expanda y estalle por efecto de la presión. Para hacer que el apriete fuera homogéneo, difícil de lograr por la presencia de los nervios, rellenamos con yeso el espacio entre los tablones y el pilar después de haber protegido con papel la superficie de la piedra. Con esta sencilla operación pudimos quedarnos algo más tranquilos mientras se tomaban otras decisiones de mayor alcance. De forma simultánea se me encargó un proyecto para la restauración del pórtico norte. Como al hundirse su cubierta había quedado de nuevo a la vista el rosetón del lado norte del crucero, antes oculto casi por completo por el tejado, tomé la decisión de hacer una cubierta casi plana para no taparlo de nuevo y permitir de ese modo que la luz volviera a penetra en el crucero de la catedral a través del antiguo ventanal gótico.

F.T.M: La Catedral tardó 30 años en salvarse de su ruina. La diversidad de prioridades, la falta de medios económicos y la complejidad técnica de la obra, hicieron que se dilatara tanto que la amenaza de ruina cada vez estuviera más cerca. ¿Qué avances tecnológicos actuales hubieran permitido una intervención más eficaz en aquel momento?
A.A.G: El problema mayor en aquellos momentos no era tanto de falta de medios técnicos cuanto de medios económicos. Esto, y la mentalidad del momento, hacía que todo el dinero se invirtiera en obras y no en estudios, porque las urgencias eran muchas. Costó mucho tiempo convencer a los responsables políticos y administrativos que una adecuada investigación previa, a la larga, acaba ahorrando dinero. Pero ya lo dice el refrán, que el dinero del pobre va dos veces al mercado…

F.T.M: El Plan Director de 1997 y su equipo multidisciplinar dio con las patologías y sus soluciones. ¿Considera importante que los arquitectos se rodeen de otros profesionales como petrólogos, geólogos, restauradores e historiadores?
A.A.G: El mundo se hace cada vez más complejo y los saberes también. Es imposible dominar todos los conocimientos sobre ciencias y técnicas que hoy intervienen en la conservación del patrimonio. Esto obliga a un trabajo interdisciplinar, pero que debe estar bien integrado. No se trata de tener mucha información desconectada sino de un trabajo en equipo donde haya personas capaces de sintetizar y discernir sobre los problemas y de tomar las medidas adecuadas considerando las múltiples variables. Eso requiere un conocimiento, al menos genérico, por parte de todos de las técnicas y metodologías de cada disciplina, así como de lo que pueden aportar y de sus limitaciones.

F.T.M: Considerado como el principal recurso y potencialidad de la ciudad, el Patrimonio Cultural es la apuesta de futuro de la Fundación Tarazona Monumental. ¿Qué impresión le causó Tarazona patrimonialmente hablado, cuando la visitó hace 38 años? A.A.G: Recuerdo una ciudad monumental con un rico patrimonio tanto urbanístico como arquitectónico, en aquellos tiempos con serios problemas de armonizar el desarrollo económico con la conservación de ese rico legado. No he vuelto por la ciudad en muchos años, pero espero que las presiones especulativas y el mal entendido progreso no hayan causado los daños que por desgracia vemos en otros lugares.

F.T.M: Cómo gran conocedor y estudioso de la arquitectura Islámica ¿tuvo oportunidad de conocer nuestro urbanismo musulmán, la antigua Zuda y la pervivencia islámica en nuestras torres mudéjares? A.A.G: No tuve ocasión entonces de conocer muy a fondo la ciudad porque mis visitas estaban condicionadas por los trabajos en la Catedral o algunas inspecciones en obras particulares del conjunto monumental. Sí recuerdo haber visitado algunos de sus monumentos, el ayuntamiento, el palacio episcopal… y recorrido el barrio del Cinto y los restos de murallas, entonces en muy mal estado y la preocupación que me causaba ver tantas necesidades de conservación con la escasez de medios de que entonces disponíamos. En aquél entonces mi interés por la arquitectura islámica era aún incipiente, pues lo compartía con el general por el patrimonio de todas las épocas.

Mezquita de Tórtoles (Tarazona) Fundación Tarazona Monumental
Haram o sala de oración. Mezquita de Tórtoles (Tarazona)

F.T.M: En el año 2016 se recuperó la Mezquita de Tórtoles, construida entre 1447 y 1455, constituyendo uno de los pocos ejemplos conservados de mezquitas construidas en época cristiana. Se trata de una mezquita modesta de población rural, pero que cuenta con todos los elementos característicos de la estética islámica, y con la singularidad de contar con decoración animal en su alfarje. ¿Qué grado de relevancia le otorgaría Ud. a una mezquita de estas características? A.A.G: Todo bien patrimonial que nos ayuda a conocer nuestro pasado tiene un valor por sí mismo. Nunca me ha gustado hacer comparaciones ni establecer categorías dentro del patrimonio porque eso puede llevar a marcar discriminaciones y a la larga olvidos. El que haya pervivido esta mezquita, que sin duda sería una más de las muchas que hubo en tantas poblaciones con aljamas musulmanas no sólo en Aragón sino en gran parte de la Península, es un hecho sin duda resaltable, sobre todo porque nos permite conocer cómo eran estos oratorios, sin duda modestos, pero elementos fundamentales en la vida de la sociedad de la época. Su recuperación me parece muy positiva y espero poderla visitar en un futuro próximo.

F.T.M: La misión de la F.T.M. es contribuir al desarrollo socio económico de la ciudad de Tarazona a través de la conservación y gestión de su Patrimonio Cultural. Aunque los esfuerzos económicos van destinados a complejas labores de rehabilitación y conservación, gran parte de los esfuerzos humanos se vuelcan en el trabajo con la sociedad local a través de proyectos divulgativos y de educación patrimonial. Desde su experiencia pedagógica, su interés por divulgar el conocimiento, y el claro enfoque social de su carrera, ¿Qué consejos nos da al respecto?  A.A.G: El Patrimonio histórico y cultural, como su nombre indica, lo constituyen bienes que recibimos de quienes nos precedieron y que debemos legar a quienes nos sucederán. Son bienes que tenemos derecho a disfrutar, tanto de sus valores estéticos y artísticos, como de los que nos aportan conocimiento de nuestro pasado como sociedad. Esto resulta importante que sea conocido por la gente, porque a la larga resulta muy difícil, si no imposible, conservar estos bienes si la sociedad no los asume como propios, si no se interesa por ellos y por lo que le aportan tanto a la comunidad como a los individuos. Y no se trata sólo de beneficios económicos, sino sobre todo de entender lo que somos y cómo hemos llegado a serlo. Pero esta conciencia sólo se puede lograr mediante la educación y la difusión. Sin una labor eficaz en las escuelas que conciencie a los jóvenes de que esos bienes son una herencia valiosa de la que pueden disfrutar hoy porque otros se la legaron, pero que deben preservar para que también la puedan disfrutar otros en el futuro, resultará muy difícil garantizar su preservación y evitar actos de gamberrismo y vandalismo como los grafitis y pintadas sobre los monumentos que por desgracia proliferan en muchos lugares.

F.T.M: Así mismo, trabajamos por realizar una gestión turística de los monumentos que permita un mantenimiento sostenible de los mismos, revierta en beneficio de la sociedad local, y cumpla con todas las expectativas de los visitantes realizando servicios profesionales y de calidad. ¿Hasta donde cree que debe llegar la presión del turismo sobre los monumentos y sobre el destino? ¿Cuál es para Ud. un indicador de calidad en materia de gestión patrimonial? A.A.G: Es positivo que el patrimonio ayude al desarrollo económico de la sociedad, pero no es esa su función principal. Quienes así la entienden siguen sin comprender cuál es su verdadero valor. Hubo tiempos en que tratábamos de concienciar a los responsables políticos de que el patrimonio también tenía un valor económico y podía ser un motor del desarrollo. Con ello intentábamos contrarrestar la idea tantas veces esgrimida de que la conservación de los monumentos y de los conjuntos históricos eran una rémora para el desarrollo social. También pretendíamos con ello conseguir más recursos para su conservación. Hoy esa idea es generalmente admitida porque se pueden ver los resultados en muchos lugares. Pero ahora nos seguimos enfrentando a quienes ven el patrimonio exclusivamente como un recurso económico al que quieren sacarle rédito a toda costa. Esto, unido a una sociedad actual que cada vez tiene más necesidades de ocio, nos ha abocado a que en muchos monumentos y conjuntos históricos el turismo sea ya la mayor amenaza para su conservación. El encontrar el adecuado equilibrio entre un disfrute social del patrimonio y su adecuada conservación a la que estamos obligados por la propia razón de ser de esos bienes que no nos pertenecen sólo a nosotros sino a todo el mundo y a las generaciones que nos sucederán, es uno de los principales retos a los que nos enfrentamos actualmente. Espero que Tarazona pueda lograr la superación de este reto.

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